2. A la etérea efimereidad:
Ay, desgarradora eternidad,
¿Es menester violentar un alma serena?
Acaso no sean tus largos cabellos más que tersos anhelos
Que nuestras ávidas manos cuidan.
¿Es menester violentar un alma serena?
Acaso no sean tus largos cabellos más que tersos anhelos
Que nuestras ávidas manos cuidan.
Reniega tus alas, triste fugacidad;
Jamás podría ella confortar tu delgada figura.
Sean tus brazos cobijo de la etérea coherencia
que recogen tus labios,
Serenas ninfas en solitud.
Jamás podría ella confortar tu delgada figura.
Sean tus brazos cobijo de la etérea coherencia
que recogen tus labios,
Serenas ninfas en solitud.
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